domingo, 30 de mayo de 2021

En la ciudad de la sal (día 1)

 

Por fin llegó el momento. Habían pasado unos siete meses desde que hicimos nuestra última excursión de más de un día, allá por octubre del año pasado, y ya teníamos muchísimas ganas de revivir esas sensaciones asociadas a los viajes. Y si esto ocurre, además, visitando una ciudad tan encantadora como Salzburgo, el disfrute es total. Aquí empiezo una serie de entradas sobre la visita a este precioso lugar. Tres días que nos supieron a poco y que nos dejaron con el deseo de repetir.



 

Aparte de por la belleza de sus edificios, el romanticismo que impregna sus calles y parques, y su privilegiada localización y entorno natural, Salzburgo destaca por ser un importante centro cultural, con un amplio programa de eventos y una variada gama de museos. También tiene un gran interés desde el punto de vista histórico y es la cuna de personalidades tan ilustres como Wolfgang Amadeus Mozart. Aquí se encuentra la casa donde nació y, en una localización diferente, la residencia en la que vivió hasta 1781, año en el que se trasladaría a Viena. Este edificio, que en su momento perteneció a un profesor de baile de la nobleza palaciega, recoge en sus salas interesante información sobre el famoso compositor y su familia, y algunas pertenencias como el piano que utilizaba en sus conciertos. Destaca también la estancia dedicada a la hermana de Mozart, Maria Anna, más conocida como Nannerl, que también tenía un enorme talento para la música y a la que la historia y los obstáculos propios que se le ponían a las mujeres en esa época invisibilizaron.



Retrato de Nannerl





























Solo 400 metros separan la última residencia de Mozart de su casa natal, en plena calle Getreidegasse, una de las arterias comerciales principales del centro de Salzburgo. Es aquí donde el genio viviría en su primera infancia y desarrollaría su temprana y prolífica carrera musical. Dentro de esta casa-museo se conservan manuscritos originales de algunas de sus composiciones e instrumentos como su primer violín o el clavicordio que ya con cuatro años empezaba a tocar.





Otro de los puntos de interés que visitamos en nuestra primera jornada en Salzburgo fue el complejo museístico de Domquartier, donde se pueden admirar las antiguas estancias de los poderosos príncipes-arzobispos de la ciudad, junto a los museos de la Catedral y el monasterio de San Pedro. La ruta también incluye una vista panorámica maravillosa de Residenzplatz y de la plaza de la Catedral desde una de las terrazas. Se recomienda ir con tiempo suficiente porque la colección artística es enorme y cada sala tiene infinidad de detalles en los que detenerse.




Al salir de Domquartier, justo enfrente de la estatua de Mozart, hay un pequeño pero interesante museo dedicado a la Navidad en Austria. En diferentes vitrinas, se exponen todo tipo objetos relacionados con esta festividad, incluyendo también un rinconcito temático sobre la fiesta de San Nicolás, con sus “krampus” (figuras de demonios típicos en estas fechas en Austria) incluidos. También hay belenes, árboles y adornos navideños antiguos, algunos de la época imperial. Merece la pena visitarlo.



 
















Además de ver museos, los ratos en los que el sol se asomaba entre los nubarrones pudimos dar algunos paseos por las calles y las plazas del centro histórico de Salzburgo y pasar por rincones tan especiales como Mozartplatz o la plaza de Alter Markt, donde se situaba el mercado principal de la ciudad. Es un auténtico placer el poder disfrutar de esta zona de la ciudad, patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, y sus edificios tan bien preservados y de diversos estilos arquitectónicos, predominando el barroco.

Alter Markt

Monumento a Mozart, en Mozartplatz

Fachada de la Catedral


Para rematar el día, paramos a cenar en un restaurante llamado Zum Zirkelwirt, en Papagenoplatz, donde pudimos probar un par de especialidades locales:asado de cerdo al horno a la cerveza, y una especie de albóndigas gigantes llamadas "knödel" que, en este caso, llevan espinacas y queso parmesano. Del diez.

 













De todo lo que vivimos en esta primera parte de la visita a Salzburgo me quedo, sobre todo, con el hecho de poder volver a viajar y todo lo que ello conlleva, desde la preparación del equipaje hasta esas compras de última hora buscando un recuerdo para tal o cual persona, pasando por los vistazos al mapa (ya desde hace unos años más en formato teléfono que en papel) o las paradas estratégicas para probar alguna delicia local. Y luego el ambiente que se ve y la vida que se respira desde que comenzó la reapertura. Nos sentimos casi como cuando llegamos de Kuwait, aquellos días en los que volvimos a la vida, por eso este viaje ha sido tan especial.

Nos seguimos leyendo pronto con el segundo día, que también estuvo bien aprovechado.

 

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