sábado, 31 de diciembre de 2022

Más allá del drama


Dentro de unas pocas horas volveremos a dejar otro año atrás y nos adentraremos, con nuevas esperanzas, propuestas, y sueños, en 2023. En este 2022 que ahora dejamos, nuestro foco de preocupación pasó de una pandemia, que ya oficialmente ha dejado de serla (aunque en China no sé yo si podrán decir lo mismo), a una guerra infame que nos ha devuelto a ese estado de incertidumbre generalizada del que ya pensábamos que estábamos alejándonos. Aún con todo, no puedo decir que este año ha sido malo y que, al contrario, ha seguido habiendo momentos que celebrar. Llegó el momento de hacer balance de estos turbulentos 365 días.















Las primeras semanas del año en Viena, después de unas fiestas navideñas marcadas por la propagación de la variante Omicrón, continuaron con las mismas restricciones y controles del año anterior, aunque poco a poco se iba advirtiendo una gradual relajación en la actitud y la conducta de mucha gente. Para ese entonces, ya habíamos llegado a un punto en el que el cansancio y el hartazgo estaban ganando la batalla al miedo a enfermarse. Aunque seguía (y sigue) habiendo muertos, el poder de las vacunas se notaba y los que pasaban la enfermedad lo solían hacer con síntomas menos severos que al principio. Esto también afectó a las regulaciones existentes, y se notaba, por ejemplo, a la hora de planear y hacer viajes. Cada vez se veían más grupos de viajeros y ciudades como Brno o Praga, donde estuvimos a mitad de febrero, que volvían a recobrar la vida y animación de antaño.



















Pero cuando ya pensábamos que este 2022 iba a ser el año de felicidad y alegría que nos merecíamos después de tanto soponcio y tanto virus, llegó la terrible invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas. Esto afectó de lleno a una gran amiga ucraniana que, como miles de compatriotas, se vio forzada a salir de su país dejando atrás familiares, amigos, trabajo... en definitiva, toda su vida. Ella tuvo la suerte de poder llegar a una ciudad como Viena y tener gente a su lado que la apoye, pero muchas otras personas inocentes fueron y siguen siendo masacradas en este terrible conflicto que todavía sufrimos. Fue sin duda el acontecimiento que más me impactó emocionalmente en este año.














En aquel periodo, desde finales de febrero hasta la llegada del verano, mis hábitos cambiaron y empleé gran parte de mi tiempo libre a colaborar con una asociación de voluntarios que trabajaban con niños de familias refugiadas en Viena, y a refrescar mi ruso para así poder comunicarme mejor con ellos. Mientras, en mi colegio me empleé a fondo a incluir y fomentar en las clases contenidos relacionados con la prevención de conflictos, la justicia social, y valores relacionados con la búsqueda de la paz.









Al mismo tiempo, apenas se le prestaba atención ya al tema del COVID, lo que seguía siendo palpable cuando uno acudía a algún evento público, o viajaba a algún lado, como cuando en abril fuimos a Amsterdam, donde, prácticamente, ya nadie llevaba mascarilla, ni siquiera en el transporte público.

A finales de ese mismo mes, fallecía mi tío, el hermano de mi padre, como consecuencia de una larga enfermedad pulmonar. No sobrevivió al transplante. Él sabía que tenía pocas probabilidades de que saliera bien, pero prefirió asumir el riesgo. Fue otro duro golpe que me dejó este año.
















El sprint final del curso escolar se caracterizó por una progresiva relajación de las medidas para prevenir el COVID. Se dejaron de usar las mascarillas y los tests PCR y de antígenos dejaron de ser obligatorios y pasaron a ser algo opcional. Esto, sin duda, mejoró los ánimos tanto del personal como de los estudiantes. Se volvieron a celebrar actividades escolares normales y la escuela cada vez se parecía más a lo que era antes de marzo de 2020.

En junio, tras unos meses de residencia temporal en Bulgaria, Nina llegaba a Viena con su hijo y su gata. Estuvieron unas semanas alojándose con nosotros en nuestro piso. Fueron unos días muy emotivos, donde reflexionamos mucho sobre el hecho de que la vida da muchas vueltas y que todo es tan incierto e impredecible que no nos quedaba más que aprovechar y disfrutar lo que podemos en el momento presente.

Tras Nina vinieron mis padres, que salían de España por primera vez. Fue, definitivamente, de los mejores momentos a celebrar. Se lo pasaron genial y pudieron ver con sus propios ojos y comprender por qué nos gusta tanto vivir en Viena. Y, justo cuando se fueron, tras dos años resistiendo como un espartano, di positivo en COVID. Fue una faena porque me perdí la última semana de clases pero, por suerte, solo fueron un par de días con el cuerpo regulero y listo.














Las vacaciones de verano las pasamos casi enteramente en Tailandia, visitando mi familia política. Aprovechamos para celebrar aquella boda tradicional tailandesa que teníamos pendiente desde 2020 y que tuvimos que cancelar, naturalmente, por las aciagas circunstancias en aquel momento. Fue mucho más sencilla de lo que planeábamos en su día, pero más íntima y con menos alboroto. También aprovechamos para viajar un poco por el país y visitar lugares impresionantes como el Templo Blanco de Chiang Rai o el Santuario de la Verdad en Pattaya. Pero lo mejor de todo fue ver a mi mujer reencontrarse en persona con su familia después de cerca de tres años. Solo por eso ya ha merecido la pena este año.

Hasta visitamos Parque Jurásico

Empezaba un nuevo en curso en septiembre con la ilusión renovada, y muy motivado para, por fin, poder trabajar en un ambiente de normalidad y sin apenas restricciones. Además de mi actividad laboral, invertía también parte de mi tiempo preparando charlas y otras actividades en un club de oratoria en Viena del que acepté tomar el rol de Presidente desde julio. Algo que para mí era un reto pero que, de momento, lo estoy llevando bastante bien.

A finales de ese mes viajamos a Bulgaria, otro país en el que nunca había estado antes, donde pude visitar a una antigua colega de cuando trabajaba en China y que no veía desde hace muchos años. Otro de esos momentos magicos a celebrar en 2022.


















Desde el principio de este curso académico había estado esperando el momento de saber si mi escuela renovaría mi contrato como “school counselor” y, por tanto, pasaría a ser plantilla, o no. Finalmente, justo un día antes de las vacaciones de octubre, me comunicaron la noticia de que no contaban conmigo. Fue algo totalmente inesperado y que me pilló a contrapie. En ningún momento lo vi venir y nadie me avisó previamente de que esto podría ocurri. Al contrario, el feedback había sido siempre positivo y estaba casi seguro que continuaría. Pero, como tantas cosas en la vida, no podemos estar seguros de absolutamente nada, y hay que estar preparados para cualquier cosa por mucho que nos fastidie.

Para resarcirme, al menos emocionalmente, al día siguiente transferí todo la rabia que llevaba encima a energía física, lo que me sirvió para ganar mi primera medalla desde que empecé a participar en carreras de larga distancia. Tuve la suerte de que había muchas categorías de edad y no había demasiados corredores. Aún así, me hizo mucha ilusión.



















Aquellos días de vacaciones, recorriendo la preciosa zona de Salzkammergut, cerca de Salzburgo, junto a mi mujer y su madre, que había venido ese mes de visita, me sirvieron para recuperar algo de ánimo. Sin embargo, en cuanto regresé al trabajo, las cosas se volvieron más cuesta arriba. Como era de esperar, la decisión de mi escuela afectó a mi motivación y estado emocional, especialmente en las primeras semanas de noviembre. Poco a poco, gracias al gran apoyo de las personas más cercanas fui levantando cabeza y comencé a centrarme en los factores que puedo controlar, por ejemplo, en la búsqueda activa de otro trabajo para el curso que viene

A día de hoy, tras haber enviado ya mi currículo a varios lugares, no he recibido ninguna propuesta ni oferta, ni siquiera una entrevista, pero sigo manteniendo la confianza de que las cosas cambiarán tras las vacaciones navideñas.




















Pese a todo lo vivido en este año tan movidito, me quedo con lo bueno vivido y la esperanza por lo que está por venir. Estamos, por fin, celebrando unas navidades normales en familia en España, algo que es de agradecer. Sigo con buena salud, en forma (el año lo acabaré corriendo una San Silvestre), y siempre con ganas de seguir aprendiendo cosas nuevas. Tengo unos amigos que valen millones y me lo siguen demostrando cada año. Y, por supuesto, estoy enamorado de la persona más maravillosa del planeta.

Sobre el trabajo, aunque no tengo ni idea de donde estaré en septiembre, espero que alguna oportunidad mejor aparecerá. En lo que a mi escuela actual se refiere, todavía hay mucha gente que valora mi labor y espero poder dar lo mejor de mi durante todo el tiempo que me quedé allí, hasta finales de junio. 

Antes de cerrar este resumen, quisiera pedir disculpas a las personas que leían el blog por no haber podido continuar publicando entradas desde septiembre hasta ahora. Ojalá pudiera sacar un poquito más de tiempo y mantener la misma regularidad que antes. No lo descarto.

De nuevo, gracias de verdad a todas las personas que de una forma u otra han mostrado preocupación, han expresado su afecto y nos han apoyado durante este tiempo. Que el 2023 os deje momentos preciosos, buena salud, paz y mucho mucho amor.

¡Muchos ánimos y feliz año!


lunes, 8 de agosto de 2022

¿Estamos seguros?

Ya estamos de vuelta en Viena tras más de un mes viajando por Tailandia, visitando la familia política y aprovechando, de paso, para disfrutar de algunos lugares paradisiacos. Me encanta viajar por países tan diferentes, conocer nuevas culturas, experimentar comidas exóticas, etc, pero a la hora de elegir un lugar para vivir, me sigo quedando, naturalmente, con Viena. Una de las características que más resalto y valoro de este lugar, aparte del excelente nivel de transporte público y la facilidad para ir de un sitio a otro, es la seguridad. Pero, ¿es esta cualidad un hecho real y objetivo? ¿O se trata de una mera percepción subjetiva basada en la experiencia personal?

Veamos lo que dicen los datos.






Las estadísticas más recientes en cuanto a seguridad ciudadana en Viena son de 2021 y proceden del informe anual que realiza la policía estatal. Según publicó el diario MeinBezirk en relación a dicho informe, la criminalidad en la capital austríaca descendió al nivel más bajo de los últimos 20 años. Este dato viene condicionado, sobre todo, por la pandemia de COVID-19 y el consecuente confinamiento. A menos gente circulando y menos negocios abiertos, menos delitos. Concretamente, hubo 144183 casos denunciados, frente a los 152478 de 2020. Descendieron especialmente los robos, hurtos y fraudes económicos, y también los homicidios (solo 10 casos, con 11 víctimas). Por otra parte, se produjo un aumento de los delitos y agresiones sexuales (de 318 a 342 casos). También se siguieron incrementando los ciberdelitos.














Me ha sido complicado encontrar algun informe reciente en el que se compare el nivel de seguridad de Viena con el de otras ciudades del mundo. Conocemos el ranking de las ciudades más habitables del mundo de la EIU (Economist Intelligence Unit), donde Viena ha alcanzado el primer puesto este mismo año, pero no he podido encontrar una encuesta específica sobre la criminalidad. En el informe Expat Insider, de la organización Internations, en el año 2021, en el que expatriados dan su opinión sobre 57 ciudades del mundo, hay rankings específicos sobre seguridad. Aquí Viena está en el puesto 23, por ejemplo.

Tanto en esta encuesta como en otras del mismo estilo, además del nivel de delincuencia también se tiene en cuenta otros factores que pueden afectar a la seguridad personal, como por ejemplo el tráfico, la polución, o la manera en la que se está manejando la actual pandemia de COVID-19.

Fuente: Internations





He encontrado también algunos datos que muestran la tasa de delitos y denuncias en diferentes distritos de Viena. En esta noticia, el diario Heute informa que el distrito donde se registró el mayor número de delitos en la primera mitad de 2021 (un total de 8272) fue el de Favoriten. Le siguen los distritos de Floridsdorf (5590) y Donaustadt (5543). Por su parte el distrito con menos delitos fue el de Josefstadt con unos 998. Estas cifras hay que cogerlas con pinzas ya que no tienen en cuenta ni el número de habitantes en cada distrito ni tampoco su extensión.

Fuente: Heute.at













Independientemente de los datos y del sesgo que estos pueden generar en la percepción de seguridad, nuestra experiencia personal de momento, tanto para mi mujer como para mí, está siendo totalmente tranquila. Por supuesto que nunca se puede uno descuidar pero, en general, no sentimos nunca la sospecha de que nos pueden robar, asaltar o agredir cuando vamos por la calle. He querido saber cómo de generalizable es esta sensación, y esta mañana publiqué una encuesta en el grupo de Facebook “Españoles en Viena” preguntando hasta qué punto consideran a Viena una ciudad segura. De momento, 85 personas han participado. Estos son los resultados por ahora:














Si tenéis algún otro dato estadístico interesante que pudiera completar esta entrada, por favor, comentádmelo y lo incluyo como actualización. 


Muchas gracias a todos por estar ahí, en especial a los que habéis participado en la encuesta y contribuir así en esta publicación.

Fuentes:


viernes, 24 de junio de 2022

Final con sorpresa

Tal y como me ocurrió hace dos años, en aquel aciago curso 2019-20, esta vez tampoco podré estar en el colegio en la última semana de clase. Tras tres dosis de vacunas, múltiples cuidados, prudencia, e intentando llevar una vida saludable para así fortalecer mi sistema inmunitario, finalmente el pasado lunes sucumbí al COVID. Es casi impósible saber con seguridad dónde y cómo me contagié, pero sospecho que fue en alguno de los eventos en espacios cerrados a los que asistí en la semana anterior. En todo caso, lo importante es que ya hace días que me siento bien. Estoy esperando el resultado de otra PCR hoy, para ver si puedo terminar mi cuarentena. Mientras continuo aislado, escribo esta última entrada de la temporada para repasar brevemente lo acontecido por aquí desde finales de agosto del año pasado.














El curso académico comenzó con cierto optimismo. Los casos de COVID parecían no ser muy numerosos y en el aire flotaba la sensación de que estábamos cerca del final. Eso nos animó a continuar viajando después de nuestras vacaciones en España, visitando primero Eslovenia, luego Hungría y, a final de octubre, Albania, uno de lugares más recomendables que en los que he estado últimamente. Las expectativas en lo que a la campaña de vacunación en Austría se refiere eran todavía halagüeñas, pero semana tras semana se fue viendo que la resistencia a inmunizarse en este país era más grande de lo que pensábamos. La tensión entre el sector antivacunas fue en aumento y las manifestaciones de protesta se sucedían cada fin de semana al tiempo que otra ola se iba acercando conforme las temperaturas iban bajando.















De nuevo un otoño difícil. Los intentos de reapertura y regreso a cierta normalidad se volvían a truncar debido a la llegada de una nueva variante del COVID que en aquel momento nos sonaba al planeta de película de ciencia ficción de serie B: Omicrón. Volvían las cancelaciones de eventos sociales, las cuarentenas, los controles exhaustivos, los periodos de enseñanza online, etc. El acelerado aumento de los positivos marcaría también nuestras navidades, que celebraríamos en España. Casi todas las personas que pensaba visitar allí tuvieron algún caso de COVID en su entorno cercano, por lo que tuve que cancelar la mayoría de encuentros. Aún con todo, no lo pasamos nada mal esos días.















Y cuando ya pensábamos que la situación no podía ser más anómala y preocupante, el pasado febrero estalló la guerra en Ucrania, un terrible conflicto que, por mucho que el interés de los medios haya disminuido, sigue destrozando la vida a miles de personas, especialmente en la región de Donbás. Aquí en la aparéntemente apacible Viena, nuestras acciones también se vieron en parte afectadas por esta tragedia. Empezamos a colaborar con una ONG ayudando a los niños de las familias de refugiados que a día de hoy siguen llegando a la ciudad, yo retomé mis clases de ruso para facilitar la comunicación con estas personas, y hasta hace unos días estuvimos alojando a una gran amiga que llegó de Kiev en busca de un futuro mejor. Todo ello, sumado a otras circunstancias laborales y personales, iba generando un nuevo estado de estrés emocional que permanecería hasta hace pocos días.















Pillar el COVID justo en la última semana de curso ha sido una faena, pero hubiera sido peor de haberme contagiado unos días antes, durante los días en los que mis padres han estado en Viena de visitar. Por suerte, estuve totalmente disponible para este momento tan especial y que, sin duda, ha sido de lo mejor de la temporada. No era solo su primera vez en Viena sino fuera de España. Hasta ahora no se habían aventurado a salir al extranjero, más vale tarde que nunca. Tengo que decir que les ha encantado la experiencia y se han llevado una impresión genial de Viena. No podía ser menos de la, de nuevo, ciudad más habitable de todo el mundo.






Tensiones e incertidumbre aparte, este segundo curso en Viena nos ha servido para afianzar la decisión que tomamos cuando optamos por este destino para continuar nuestra vida tras escapar salir de Kuwait. Nos sigue gustando Viena y, de momento, nuestros planes pasan por vivir aquí durante mucho más tiempo, y no imaginamos mejor escenario para seguir creciendo y disfrutando.

Espero que tengáis un merecido descanso estival y que recuperéis toda la energía posible para seguir siendo personas extraordinarias, que tanta falta hacen. Feliz verano y mucho amor.

¡Hasta agosto!

domingo, 12 de junio de 2022

Con mucho orgullo

Según informaba el diario austríaco Kurier hace unos días, en una biblioteca de Viena, donde iba a celebrarse un evento de lectura de cuentos relacionados con el respeto a la diversidad sexual, un grupo de radicales tapiaron la entrada del recinto en señal de protesta. En el muro podía leerse la inscripción #nopridemonth (no mes del orgullo). Actos de odio y homofobia como este, que suelen considerarse casos aislados, no son más que la punta del iceberg de una actitud de rechazo generalizada hacia lo diferente que todavía se percibe en nuestra sociedad. Por ello, eventos como el desfile del orgullo, que se celebró ayer en la capital austríaca, donde además de una fiesta es una oportunidad para la reivindicación y la protesta, siguen siendo más necesarios que nunca.





El desfile del orgullo o Regenbogenparade (traducido como “desfile arcoiris”) se lleva celebrando en Viena desde 1996, y desde entonces ha ido atrayendo a miles de participantes que cada año llegan desde diferentes partes del mundo. En esta edición, según las cifras oficiales, acudieron más de 250000 personas. Más allá de que es un evento totalmente inclusivo, donde cualquiera puede unirse independientemente de su orientación sexual o identidad de género, y su carácter festivo, no se puede olvidar que el día del orgullo es una fecha en la que se recuerda la lucha del colectivo LGBTIQ+ por defender sus derechos y libertades. Es también una ocasión para protestar contra los prejuicios y la discriminación que todavía sufren estas personas en muchos países del mundo, algunos de los cuales penalizan la homosexualidad como el caso de Catar, donde se jugará el próximo mundial de fútbol ante la mirada cómplice de gobiernos e instituciones.






Aunque Viena sea una ciudad aparentemente inclusiva para el colectivo LGBTIQ+, en Austria las actitudes hacia la homosexualidad y la aceptación de ciertos derechos como el matrimonio o la adopción, son más bien conservadoras en comparación con otros países más inclusivos según las encuestas, como España, Dinamarca o Países Bajos. Según el último Eurobarómetro en 2019 sobre la aceptación social de personas LGBTIQ+ en la Unión Europea, un 30% de los austríacos se oponen al matrimonio homosexual, un 40% de sienten incómodos al ver a dos hombres mostrarse afecto en público (34% si son dos mujeres), y un 24% se sentirían incómodos si su compañero o compañera de trabajo fuera una persona transgénero.
Podéis consultar el informe completo en este enlace



 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una de las mejores formas de combatir la discriminación y los prejuicios asociados a las personas LGBTIQ+ es a través de la educación, trabajando la diversidad y el respeto a todo el mundo independientemente de su sexualidad. En mi escuela en este mes estamos trabajando el tema de la diversidad en las familias y también los estereotipos y los roles de género con el alumnado de Primaria. Las clases están yendo muy bien y las reflexiones y discusiones están siendo muy interesantes. Espero que sirvan para prevenir conductas de odio en el futuro. Si alguien está interesado en materiales didácticos que cubran estos temas, aquí dejo este enlace de un programa llamado “Ready, Set, Respect” con planes de clase y materiales para Primaria. 

Dos de los libros que estoy utilizando















Y por supuesto, si no queremos que la intolerancia y el odio campen a sus anchas por nuestros espacios públicos, no apoyemos ni les demos altavoz a aquellos grupos políticos que hacen del rechazo al diferente su bandera. Volviendo a la noticia del principio, este incidente fue reivindicado por un grupo identitario de extrema derecha. Se vienen elecciones por Andalucia, que no se nos olvide la responsabilidad que conllevan nuestros votos.

Que paséis un feliz mes del orgullo y que ojalá nadie os tenga que decir nunca a quién amar, qué decir, qué vestir, a qué jugar, o en qué trabajar en función de vuestro sexo.


Fuentes:

 


lunes, 6 de junio de 2022

El palacio de los sueños

La emperatriz Elisabeth, más célebremente conocida como Sissi, era, como dicen en mi tierra, un culillo inquieto. Era una gran aficionada a los viajes y apenas paraba en Viena, lo que mosqueaba un poco a su marido, el emperador Franz Joseph. Este, cansado de las constantes idas y venidas de su esposa, decidió construirle un palacete de verano en las afueras de la capital con la esperanza de que Sissi pasase más tiempo cerca de él. Se trataba de la Hermesvilla, llamada así por la estatua del dios Hermes que hay en sus jardines. Hoy día acoge un interesante museo que visitamos hace poquito.


El proyecto de construir la Hermesvilla fue asignado al prestigioso arquitecto Carl von Hasenauer, que diseñó varios de los edificios de la famosa avenida Ringstraße, y que invirtió cinco años de su vida en terminar el encargo de Franz Joseph para Sissi. No fue hasta 1886 cuando la pareja imperial empezó a pasar parte de la primavera y el verano en las estancias del palacete, enclavado en pleno parque natural de Lanzier (que ya repasé en esta entrada), que en aquella época servía como coto de caza de la aristocracia austríaca.


En el interior del museo Hermesvilla se conservan fotografías de algunos miembros de la dinastia de los Habsburgo, objetos personales y varios documentos de valor histórico, al igual que gran parte de los muebles y decoración original de las estancias, donde participaron artistas de renombre como Gustav Klimt.




 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tras años de decadencia, con el edificio sufriendo saqueos y prácticamente defenestrado, en el año 1963, el palacio volvió a hacerse popular gracias a una película titulada “El milagro de los sementales blancos”, dirigida por Walt Disney. En este film se cuenta cómo se evacuaron los caballos lipizanos de la escuela de equitación de la capital austríaca durante la Segunda Guerra Mundial, y muchas de sus escenas se rodaron en la Hermesvilla. Al poco tiempo del estreno, empezarón los trabajos de restauración que se prolongaron hasta mediados de la década de los 70 del siglo pasado.







 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Si sentís curiosidad por la figura histórica de Sissi, la Hermesvilla es un sitio que no puede faltar en vuestra lista. Además, la visita se puede acompañar de un buen paseo por el Lainzer Tiergarten. No es fácil llegar si usáis transporte público pero el trayecto os merecerá la pena. ¡Que lo disfrutéis!

Fuentes:

domingo, 8 de mayo de 2022

Nunca más

Hace hoy 77 años, el 8 de mayo de 1945, la Alemania nazi declaraba su total rendición, lo que suponía el final de la Segunda Guerra Mundial y la victoria de las tropas aliadas. Se ponía fin a uno de los periodos más trágicos de la historia de la Humanidad, que llegó a su culmen con el ínfame Holocausto. Se calcula que unos 11 millones de personas, en su mayoría judios, fueron asesinados sistemáticamente por razón de etnia, religión, orientación sexual o ideología. Aparte del situado al lado del museo Albertina, y al que ya dediqué una entrada reciente, en Viena se pueden encontrar otros monumentos y memoriales que recuerdan este fatídico capítulo de la Historia, y rinden tributo a las víctimas de esta masacre sin sentido.




Quizás el memorial del Holocausto judio más conocido sea el que hay en Judenplatz. Esta estructura en forma de cubo, diseñada y construida por la escultora británica Rachel Whiteread, fue inaugurada en el año 2000 y está dedicado a las víctimas del exterminio nazi, representadas por volúmenes de libros colocados de modo que no veamos sus títulos. A los pies del monumento están inscritos los nombres de los campos de concentración donde los judios fueron brutalmente torturados y ejecutados. En este mismo lugar se encontraba la antigua Sinagoga de Viena, destruida en 1421.







En Morzinplatz hay un monumento con una estatua en bronce de un hombre entre bloques de granito procedentes del campo de concentración de Mauthausen. Aquí era donde se situaban los cuarteles generales de la Gestapo, la temible policía secreta del gobierno de Hitler, donde miles de personas fueron torturadas. Algunas de ellas murieron en las mismas celdas mientras que una gran mayoría fueron enviadas a los campos de exterminio.





Tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi el 12 de marzo de 1938, hubo varios sectores de la población que se opusieron y ofrecieron resistencia ante la ocupación. También hubo soldados que desertaron y se negaron a participar en la guerra del lado de las tropas alemanas. Más de 30000 militares y civiles austríacos fueron sentenciados a muerte por la justicia nazi. Como homenaje a estas personas, en 2014 se inauguró un monumento en forma de X en Ballhausplatz. En la superficie de la escultura se pueden ver las palabras “all alone” repetidas varias veces, y hacen referencia a un poema del artista escocés Ian Hamilton Finlay.




El más reciente de los memoriales fue inaugurado el año pasado y se encuentra en Ostarrichi Park. Consiste en un muro donde están grabados los nombres de los hombres, mujeres y niños judios asesinados en Austria durante el Holocausto. En Austria se estima que la suma total de judios exterminados entre 1938 y 1945 fue de 65000 personas, y casi el doble se vieron forzados a escapar al exilio.





Además de ser un homenaje a todas aquellas personas cuyas vidas fueron injustamente cercenadas por el capricho de una panda de criminales, estos memoriales deberían cumplir una labor pedagógica, para recordarnos las horribles barbaridades que el ser humano es capaz de cometer en el nombre de ciertas ideologías, ya sean políticas o religiosas. Por desgracia, parece que muy poco hemos aprendido desde 1945 y todavía nos queda mucho trabajo por hacer en este aspecto. 

Como suelo decir, recordad que cada persona puede contribuir a la promoción de la paz y la justicia desde su círculo más cercano, ya sea desde su trabajo, o en el ámbito familiar y personal; no hay que esperar a que nuestros gobiernos den el paso por nosotros. El cambio puede empezar en cualquier momento.

Un fuerte abrazo y perdonad la ausencia estas dos semanas.

Fuentes:


lunes, 18 de abril de 2022

El Nobel olvidado

Desde su primera edición allá por 1901, entre los ganadores del premio Nobel de la paz ha habido solo dos procedentes de Austria. La primera galardonada fue Bertha von Suttner (a la que Paco Bernal dedicó hace poco tiempo una entrada en Viena Directo) en 1905, que nació en realidad en Praga, ciudad que en aquel entonces formaba parte del Imperio austrohúngaro. Seis años más tarde, otro austríaco en este caso de Viena, Alfred Hermann Fried, emularía a su contemporánea y consiguiría esta distinción que reconoce la labor de aquellas personas que contribuyen con sus acciones a la promoción de la paz en el mundo. En esta entrada repaso brevemente la vida y obra de este poco conocido héroe pacifista.



Alfred Hermann Fried nació en 1864 en el seno de una familia judia y desde que era adolescente se dedicó a la venta de libros. Más adelante se trasladaría a vivir a Berlin donce con solo 19 años abre su propia librería y empieza a publicar sus primeros escritos. Su interés por el pacifismo había comenzado dos años antes tras asistir a una exposición del pintor ruso Vassilij Vassilijewitsch Vereschtschagin, que mostraba los horrores de la guerra entre Rusia y Turquía, entre 1877 y 1878. Alfred quedó impactado tras contemplar el realismo de las pinturas y se propuso dedicarse en cuerpo y alma a la promoción del pacifismo. Esta decisión se vio reforzada tras la lectura de la obra de Bertha von Suttner, Die Waffen Nieder (Abajo las armas), con la que colaboraría en la publicación de una revista con el mismo nombre.




A partir de 1892, año en el que se convierte en co-fundador de la Deutschen Friedensgesellschaft (Sociedad Alemana para la Paz), intensifica su activismo participando en congresos pacifistas internacionales y publicando artículos en diferentes periódicos y revistas. Empieza a madurar su idea de crear un organismo internacional que se encargase de garantizar la paz entre las naciones y dirimir posibles conflictos. Esta sería una de las semillas de la futura Liga de las Naciones, fundada al finalizar la Primera Guerra Mundial, en 1919.
Los continuos esfuerzos y aportaciones de Alfred en pos de la paz internacional le hicieron merecedor del premio Nobel de la paz en el año 1911, compartido con el abogado holandés Tobias Asser.
Placa conmemorativa en la antigua casa de Alfred en Viena, en Widerhofergasse



Durante los años de la Primera Guerra Mundial, Alfred, víctima de la censura en Alemania, donde no se veían con con buenos ojos sus críticas tanto al belicismo como al gobierno, se vio forzado a exiliarse en Suiza. Aquí siguió abogando por la creación de la Liga de las Naciones. Tras finalizar la guerra, continuó promoviendo acciones humanitarias dirigidas a los huérfanos y a las viudas del conflicto. Intentó volver a instalarse en Alemania pero siguió recibiendo presiones y criticismo por no haber apoyado la guerra, especialmente de los sectores cercanos a una extrema derecha que ya empezaba a enseñar la patita que acabaría convirtiéndose en garra. Finalmente regresó a Viena, donde moriría en 1921. Sus cenizas se guardan en el crematorio de Simmering.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es una lástima que haya tantos tributos y homenajes a soldados, militares y políticos que promovieron y participaron en conflictos armados, mientras que aquellas otras personas que dan su vida por defender la paz acaben en el ostracismo, como le ocurrió a Alfred Hermann Fried. Esperemos que su mensaje no quede en el olvido y siga habiendo personas en el mundo que crean en la paz como valor a defender por encima de todo.

Fuentes (todas en alemán):