sábado, 31 de diciembre de 2022

Más allá del drama


Dentro de unas pocas horas volveremos a dejar otro año atrás y nos adentraremos, con nuevas esperanzas, propuestas, y sueños, en 2023. En este 2022 que ahora dejamos, nuestro foco de preocupación pasó de una pandemia, que ya oficialmente ha dejado de serla (aunque en China no sé yo si podrán decir lo mismo), a una guerra infame que nos ha devuelto a ese estado de incertidumbre generalizada del que ya pensábamos que estábamos alejándonos. Aún con todo, no puedo decir que este año ha sido malo y que, al contrario, ha seguido habiendo momentos que celebrar. Llegó el momento de hacer balance de estos turbulentos 365 días.















Las primeras semanas del año en Viena, después de unas fiestas navideñas marcadas por la propagación de la variante Omicrón, continuaron con las mismas restricciones y controles del año anterior, aunque poco a poco se iba advirtiendo una gradual relajación en la actitud y la conducta de mucha gente. Para ese entonces, ya habíamos llegado a un punto en el que el cansancio y el hartazgo estaban ganando la batalla al miedo a enfermarse. Aunque seguía (y sigue) habiendo muertos, el poder de las vacunas se notaba y los que pasaban la enfermedad lo solían hacer con síntomas menos severos que al principio. Esto también afectó a las regulaciones existentes, y se notaba, por ejemplo, a la hora de planear y hacer viajes. Cada vez se veían más grupos de viajeros y ciudades como Brno o Praga, donde estuvimos a mitad de febrero, que volvían a recobrar la vida y animación de antaño.



















Pero cuando ya pensábamos que este 2022 iba a ser el año de felicidad y alegría que nos merecíamos después de tanto soponcio y tanto virus, llegó la terrible invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas. Esto afectó de lleno a una gran amiga ucraniana que, como miles de compatriotas, se vio forzada a salir de su país dejando atrás familiares, amigos, trabajo... en definitiva, toda su vida. Ella tuvo la suerte de poder llegar a una ciudad como Viena y tener gente a su lado que la apoye, pero muchas otras personas inocentes fueron y siguen siendo masacradas en este terrible conflicto que todavía sufrimos. Fue sin duda el acontecimiento que más me impactó emocionalmente en este año.














En aquel periodo, desde finales de febrero hasta la llegada del verano, mis hábitos cambiaron y empleé gran parte de mi tiempo libre a colaborar con una asociación de voluntarios que trabajaban con niños de familias refugiadas en Viena, y a refrescar mi ruso para así poder comunicarme mejor con ellos. Mientras, en mi colegio me empleé a fondo a incluir y fomentar en las clases contenidos relacionados con la prevención de conflictos, la justicia social, y valores relacionados con la búsqueda de la paz.









Al mismo tiempo, apenas se le prestaba atención ya al tema del COVID, lo que seguía siendo palpable cuando uno acudía a algún evento público, o viajaba a algún lado, como cuando en abril fuimos a Amsterdam, donde, prácticamente, ya nadie llevaba mascarilla, ni siquiera en el transporte público.

A finales de ese mismo mes, fallecía mi tío, el hermano de mi padre, como consecuencia de una larga enfermedad pulmonar. No sobrevivió al transplante. Él sabía que tenía pocas probabilidades de que saliera bien, pero prefirió asumir el riesgo. Fue otro duro golpe que me dejó este año.
















El sprint final del curso escolar se caracterizó por una progresiva relajación de las medidas para prevenir el COVID. Se dejaron de usar las mascarillas y los tests PCR y de antígenos dejaron de ser obligatorios y pasaron a ser algo opcional. Esto, sin duda, mejoró los ánimos tanto del personal como de los estudiantes. Se volvieron a celebrar actividades escolares normales y la escuela cada vez se parecía más a lo que era antes de marzo de 2020.

En junio, tras unos meses de residencia temporal en Bulgaria, Nina llegaba a Viena con su hijo y su gata. Estuvieron unas semanas alojándose con nosotros en nuestro piso. Fueron unos días muy emotivos, donde reflexionamos mucho sobre el hecho de que la vida da muchas vueltas y que todo es tan incierto e impredecible que no nos quedaba más que aprovechar y disfrutar lo que podemos en el momento presente.

Tras Nina vinieron mis padres, que salían de España por primera vez. Fue, definitivamente, de los mejores momentos a celebrar. Se lo pasaron genial y pudieron ver con sus propios ojos y comprender por qué nos gusta tanto vivir en Viena. Y, justo cuando se fueron, tras dos años resistiendo como un espartano, di positivo en COVID. Fue una faena porque me perdí la última semana de clases pero, por suerte, solo fueron un par de días con el cuerpo regulero y listo.














Las vacaciones de verano las pasamos casi enteramente en Tailandia, visitando mi familia política. Aprovechamos para celebrar aquella boda tradicional tailandesa que teníamos pendiente desde 2020 y que tuvimos que cancelar, naturalmente, por las aciagas circunstancias en aquel momento. Fue mucho más sencilla de lo que planeábamos en su día, pero más íntima y con menos alboroto. También aprovechamos para viajar un poco por el país y visitar lugares impresionantes como el Templo Blanco de Chiang Rai o el Santuario de la Verdad en Pattaya. Pero lo mejor de todo fue ver a mi mujer reencontrarse en persona con su familia después de cerca de tres años. Solo por eso ya ha merecido la pena este año.

Hasta visitamos Parque Jurásico

Empezaba un nuevo en curso en septiembre con la ilusión renovada, y muy motivado para, por fin, poder trabajar en un ambiente de normalidad y sin apenas restricciones. Además de mi actividad laboral, invertía también parte de mi tiempo preparando charlas y otras actividades en un club de oratoria en Viena del que acepté tomar el rol de Presidente desde julio. Algo que para mí era un reto pero que, de momento, lo estoy llevando bastante bien.

A finales de ese mes viajamos a Bulgaria, otro país en el que nunca había estado antes, donde pude visitar a una antigua colega de cuando trabajaba en China y que no veía desde hace muchos años. Otro de esos momentos magicos a celebrar en 2022.


















Desde el principio de este curso académico había estado esperando el momento de saber si mi escuela renovaría mi contrato como “school counselor” y, por tanto, pasaría a ser plantilla, o no. Finalmente, justo un día antes de las vacaciones de octubre, me comunicaron la noticia de que no contaban conmigo. Fue algo totalmente inesperado y que me pilló a contrapie. En ningún momento lo vi venir y nadie me avisó previamente de que esto podría ocurri. Al contrario, el feedback había sido siempre positivo y estaba casi seguro que continuaría. Pero, como tantas cosas en la vida, no podemos estar seguros de absolutamente nada, y hay que estar preparados para cualquier cosa por mucho que nos fastidie.

Para resarcirme, al menos emocionalmente, al día siguiente transferí todo la rabia que llevaba encima a energía física, lo que me sirvió para ganar mi primera medalla desde que empecé a participar en carreras de larga distancia. Tuve la suerte de que había muchas categorías de edad y no había demasiados corredores. Aún así, me hizo mucha ilusión.



















Aquellos días de vacaciones, recorriendo la preciosa zona de Salzkammergut, cerca de Salzburgo, junto a mi mujer y su madre, que había venido ese mes de visita, me sirvieron para recuperar algo de ánimo. Sin embargo, en cuanto regresé al trabajo, las cosas se volvieron más cuesta arriba. Como era de esperar, la decisión de mi escuela afectó a mi motivación y estado emocional, especialmente en las primeras semanas de noviembre. Poco a poco, gracias al gran apoyo de las personas más cercanas fui levantando cabeza y comencé a centrarme en los factores que puedo controlar, por ejemplo, en la búsqueda activa de otro trabajo para el curso que viene

A día de hoy, tras haber enviado ya mi currículo a varios lugares, no he recibido ninguna propuesta ni oferta, ni siquiera una entrevista, pero sigo manteniendo la confianza de que las cosas cambiarán tras las vacaciones navideñas.




















Pese a todo lo vivido en este año tan movidito, me quedo con lo bueno vivido y la esperanza por lo que está por venir. Estamos, por fin, celebrando unas navidades normales en familia en España, algo que es de agradecer. Sigo con buena salud, en forma (el año lo acabaré corriendo una San Silvestre), y siempre con ganas de seguir aprendiendo cosas nuevas. Tengo unos amigos que valen millones y me lo siguen demostrando cada año. Y, por supuesto, estoy enamorado de la persona más maravillosa del planeta.

Sobre el trabajo, aunque no tengo ni idea de donde estaré en septiembre, espero que alguna oportunidad mejor aparecerá. En lo que a mi escuela actual se refiere, todavía hay mucha gente que valora mi labor y espero poder dar lo mejor de mi durante todo el tiempo que me quedé allí, hasta finales de junio. 

Antes de cerrar este resumen, quisiera pedir disculpas a las personas que leían el blog por no haber podido continuar publicando entradas desde septiembre hasta ahora. Ojalá pudiera sacar un poquito más de tiempo y mantener la misma regularidad que antes. No lo descarto.

De nuevo, gracias de verdad a todas las personas que de una forma u otra han mostrado preocupación, han expresado su afecto y nos han apoyado durante este tiempo. Que el 2023 os deje momentos preciosos, buena salud, paz y mucho mucho amor.

¡Muchos ánimos y feliz año!