lunes, 18 de abril de 2022

El Nobel olvidado

Desde su primera edición allá por 1901, entre los ganadores del premio Nobel de la paz ha habido solo dos procedentes de Austria. La primera galardonada fue Bertha von Suttner (a la que Paco Bernal dedicó hace poco tiempo una entrada en Viena Directo) en 1905, que nació en realidad en Praga, ciudad que en aquel entonces formaba parte del Imperio austrohúngaro. Seis años más tarde, otro austríaco en este caso de Viena, Alfred Hermann Fried, emularía a su contemporánea y consiguiría esta distinción que reconoce la labor de aquellas personas que contribuyen con sus acciones a la promoción de la paz en el mundo. En esta entrada repaso brevemente la vida y obra de este poco conocido héroe pacifista.



Alfred Hermann Fried nació en 1864 en el seno de una familia judia y desde que era adolescente se dedicó a la venta de libros. Más adelante se trasladaría a vivir a Berlin donce con solo 19 años abre su propia librería y empieza a publicar sus primeros escritos. Su interés por el pacifismo había comenzado dos años antes tras asistir a una exposición del pintor ruso Vassilij Vassilijewitsch Vereschtschagin, que mostraba los horrores de la guerra entre Rusia y Turquía, entre 1877 y 1878. Alfred quedó impactado tras contemplar el realismo de las pinturas y se propuso dedicarse en cuerpo y alma a la promoción del pacifismo. Esta decisión se vio reforzada tras la lectura de la obra de Bertha von Suttner, Die Waffen Nieder (Abajo las armas), con la que colaboraría en la publicación de una revista con el mismo nombre.




A partir de 1892, año en el que se convierte en co-fundador de la Deutschen Friedensgesellschaft (Sociedad Alemana para la Paz), intensifica su activismo participando en congresos pacifistas internacionales y publicando artículos en diferentes periódicos y revistas. Empieza a madurar su idea de crear un organismo internacional que se encargase de garantizar la paz entre las naciones y dirimir posibles conflictos. Esta sería una de las semillas de la futura Liga de las Naciones, fundada al finalizar la Primera Guerra Mundial, en 1919.
Los continuos esfuerzos y aportaciones de Alfred en pos de la paz internacional le hicieron merecedor del premio Nobel de la paz en el año 1911, compartido con el abogado holandés Tobias Asser.
Placa conmemorativa en la antigua casa de Alfred en Viena, en Widerhofergasse



Durante los años de la Primera Guerra Mundial, Alfred, víctima de la censura en Alemania, donde no se veían con con buenos ojos sus críticas tanto al belicismo como al gobierno, se vio forzado a exiliarse en Suiza. Aquí siguió abogando por la creación de la Liga de las Naciones. Tras finalizar la guerra, continuó promoviendo acciones humanitarias dirigidas a los huérfanos y a las viudas del conflicto. Intentó volver a instalarse en Alemania pero siguió recibiendo presiones y criticismo por no haber apoyado la guerra, especialmente de los sectores cercanos a una extrema derecha que ya empezaba a enseñar la patita que acabaría convirtiéndose en garra. Finalmente regresó a Viena, donde moriría en 1921. Sus cenizas se guardan en el crematorio de Simmering.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es una lástima que haya tantos tributos y homenajes a soldados, militares y políticos que promovieron y participaron en conflictos armados, mientras que aquellas otras personas que dan su vida por defender la paz acaben en el ostracismo, como le ocurrió a Alfred Hermann Fried. Esperemos que su mensaje no quede en el olvido y siga habiendo personas en el mundo que crean en la paz como valor a defender por encima de todo.

Fuentes (todas en alemán):




lunes, 11 de abril de 2022

A todas las víctimas

De todas las nefastas consecuencias que se desprenden de un conflicto bélico, sin duda la peor es la matanza indiscriminada de personas inocentes, en ocasiones, como hemos podido ver en estos últimos días en Ucrania, con ensañamiento. Los bombardeos a la población civil como parte de la guerra fue algo que ya se experimentó durante la Guerra Civil española, como en el asesinato de Guernica, y se utilizó masivamente en la Segunda Guerra Mundial. Los ciudadanos de Viena tampoco escaparon de las bombas en esa contienda y muchos fueron alcanzados mientras intentaban buscar refugio. En la capital austríaca hay algunas referencias a la crueldad y sinrazón de aquella masacre que tantas vidas se llevó por delante. Una de ellas es el Monumento contra la Guerra y el Fascismo (Mahnmal gegen Krieg und Faschismus), al que hoy dedico la entrada.




En 1988 habían pasado 50 años desde que tuvo lugar el Anschluss, la anexión del territorio austríaco por parte del regimen nazi de Hitler. Para conmemorar tan infame acontecimiento, se dedicó ese año a la reflexión sobre el controvertido papel que Austria y su población había tenido en el mismo. Entre los actos que se organizaron relacionados con dicha reflexión estuvo la inauguración del Monumento contra la Guerra y el Fascismo, obra del escultor local Alfred Hrdlicka, en la plaza de Helmut Zilk, al lado del museo Albertina.


El lugar escogido para levantar este monumento no fue para nada casual. Era aquí donde se encontraba el Phillipphof, un edificio residencial destruido en marzo de 1945 por los bombardeos de las tropas aliadas. Se estima que en ese momento más de 300 civiles intentaban buscar cobijo en el refugio antiaéreo del edificio. Solo se consiguieron recuperar 180 cadáveres. La cifra oficial de muertos nunca se pudo confirmar.

Vista del Philipphof en 1913 (Fuente: Cronobook.com)




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Monumento contra la Guerra y el Fascismo se compone de cuatro esculturas. En primer lugar encontramos las Puertas de la Violencia (Tor der Gewalt), formadas por dos piedras de granito en la que podemos ver algunos relieves que representan, en una de ellas a todas las personas perseguidas y ejecutadas por los nazis, y en la otra a todas las víctimas de las guerras. También se puede ver a una mujer sin cara dando a luz, lo que simboliza el renacimiento de Austria tras la tragedia.




Justo al otro lado de las Puertas de la Violencia hay una estatua en bronce de un hombre con barba que se arrastra por el suelo. Esta figura representa las humillaciones y torturas que sufrieron los judios durante el periodo fascista. Una vez los nazis se anexionaron Austria, los judios fueron obligados a limpiar las calles de Viena de esloganes en contra de Hitler y los suyos. Esta estatua generó controversia en parte de la comunidad judia de la ciudad que la interpretó como una manera de perpetuar esa humillación y abogó por un memorial separado que acabó erigiéndose en Judenplatz en el año 2000.



Finalmente, al fondo aparece la escultura de “Orfeo entrando en el Hades”, la cual es un homenaje a las víctimas civiles del mencionado bombardeo de Philipphof y a aquellas personas que se opusieron a los nazis en Austria. El conjunto se completa con la Piedra de la República, un monolito en el que aparece inscrita la declaración de la independencia de la República de Austria en abril de 1945 que finalizaba su anexión con el Tercer Reich.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como muchos de los memoriales que recuerdan a víctimas de conflictos en todo el mundo, la obra de Alfred Hrdlicka no ha estado exenta de polémica por diversos motivos. Por un lado, están las protestas de aquellos que quieren evitar el debate sobre la participación y el apoyo de ciertos sectores sociales y políticos austríacos al nazismo en aquellos años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, que a día de hoy sigue siendo un tema peliagudo del que discutir. Por otra parte, el hecho de buscar igualar a todas las víctimas es algo que se tacha de equidistancia y que se percibe como una ausencia de condena de las atrocidades del fascismo.

Sea como sea, creo que viene bien recordar que en las guerras al final casi todos salen perdiendo, especialmente la gente de a pie que lo único que quiere es tener una vida tranquila y que, en muchas ocasiones, se opone al belicismo de sus gobiernos. Los únicos vencedores son aquellos que entienden la guerra como un negocio y que les conviene que siga habiendo confictos. A esas personas sí que le vendría bien una profunda reflexión.

Mucha paz a todo el mundo y, en el caso de que las pilléis, que tengáis unas felices vacaciones.

Fuentes:



domingo, 3 de abril de 2022

De puente a puente: Friedensbrücke

En Viena existen algunos rincones y construcciones que recuerdan a personalidades y eventos históricos que tuvieron que ver con el final de algunos conflictos. Entre ellos está, por ejemplo, el Friedensbrücke (el puente de la paz), que pasa el Donaukanal comunicando los distritos 9 y 20. Se le llamó así en honor del tratado de paz de Saint Germain, firmado en septiembre de 1919 entre los países aliados vencedores en la I Guerra Mundial y el Imperio Austro-Hungaro, que se desmembraría a partir de este acuerdo.


Antes de que el Friedensbrücke se inaugurase de manera oficial en 1926, había otro puente en la misma ubicación llamado Brigittabrücke, que tomó su denominación de la santa patrona del distrito de Brigittenau. Este paso, construido en 1871, se quedó obsoleto debido al incesante aumento del tráfico en los primeros años del siglo XX. Durante el tiempo en el que el nuevo puente estuviese en construcción, se decidió mover el Brigittabrücke unos 20 metros y utilizarlo de pasarela temporal hasta la finalización de las obras.

Trabajos de construcción en 1924 (Fuente: Wikipedia)


Entre 1941 y 1945, durante el periodo en el que los nazis controlaban Viena, Hitler ordenó cambiar el nombre de Friedensbrücke a Brigittenauer Brücke. Por lo que sea, lo de tener en la ciudad un puente dedicado a la paz no le debió parecer bien a este criminal. En 1945, la estructura fue dinamitada por el ejercito alemán para hacer el avance del Ejército Rojo más difícil. Fueron los soldados e ingenieros soviéticos los encargados de llevar a cabo los trabajos de reparación una vez acabado el conflicto.







El Friedensbrücke recuperó su denominación en 1946. Desde entonces ha sufrido algunas remodelaciones y adaptaciones para las líneas de transporte público. En la actualidad, el puente tiene una longitud de 83 metros y una anchura de 30 metros. Incluye aceras para peatones, carribici y una isleta para la parada del tranvía.


Esperemos que el puente de la paz se mantenga mucho tiempo en pie y en el mismo estatus al que hace referencia su nombre. Que paséis una feliz semana y que este fortuito retorno del invierno no os haya amargado mucho el ánimo.


Fuentes: