Ahora que ya hemos concluido este complicado y atípico curso escolar y, por fin, tengo algo de tiempo para relajarme y reflexionar sobre todo lo que ha dado de sí estos primeros 10 meses en Viena, tengo que reconocer que la experiencia está siendo, por el momento, muy placentera tanto para mi mujer como para mí. Antes de cerrar por vacaciones, me gustaría hacer un pequeño balance de este periodo, en el que también ha habido momentos de bajón, naturalmente, pero que puedo definir como positivo en muchos sentidos.
Aunque todavía seguimos en situación pandémica, ya apenas queda nada de esa tensión y desazón de hace un año, cuando todavía no sabíamos con certeza si podríamos salir de Kuwait, y la incertidumbre era una constante en nuestro día a día. De acuerdo, todavía nos queda para alcanzar la plena normalidad, pero la calma con la que estamos afrontando esta etapa es más que evidente. Y, vacunaciones aparte, esto se debe en gran medida a que nos encontramos en un país donde se nos garantiza una mayor seguridad y bienestar, independientemente del lugar del que venimos.
Y es que una de las cosas que más apreciamos de vivir en Viena es la gran inversión pública que se hace a nivel de calidad de vida y bienestar social. No hay más que darse un par de vueltas por aquí para descubrir que es un sitio hecho para las personas, no para los vehículos, con una gran cantidad de espacios verdes, carriles para bicicletas, zonas peatonales, etc. También es una ciudad inclusiva, abierta y multicultural, donde nunca nos hemos sentido extranjeros. Esto es algo que, tras haber vivido en ciertos países, se valora muchísimo.
"No hay sitio para la discriminación" |
La mejora de las condiciones de vida ha ido de la mano de un notable progreso en el terreno laboral, Me gusta la escuela donde trabajo y veo que valoran lo que hago. Como digo, no ha sido un año fácil y menos en el contexto educativo, con varios cambios y contratiempos, pasando de periodos de enseñanza tradicional en persona a otros de aprendizaje a distancia. Pese a todo, desde el departamento de orientación hemos conseguido importantes logros y nuestro ha trabajo ha contribuido a paliar en cierto modo el impacto negativo de las circunstancias actuales en la salud mental de nuestra comunidad.
Pero, como ya sabéis, no todo han sido momentos felices. Aunque aquí los efectos de la pandemia no han sido, por suerte, tan devastadores como en otras partes del mundo, hemos pasado meses en los que el día a día se hacía muy pesado, especialmente durante el invierno, que este año ha durado más de lo habitual. Desde el primero de noviembre, en Austria se cerraron tanto hoteles, como restaurantes, bares, gimnasios, cines, y casi todo local que tuviera que ver con el ocio o la cultura. Las opciones de divertirse quedaron, pues, a salir a hacer senderismo y poco más. Por otro lado, las limitaciones a la hora de organizar encuentros con otras personas, han afectado considerablemente nuestra vida social y apenas hemos podido hacer nuevas amistades más allá de nuestros trabajos. No ha sido hasta mayo cuando por fin pudimos empezar a disfrutar de la Viena real, al menos de parte de ella.
Hemos visto más bosque este año que Robin Hood |
En resumen, yo diría que nuestro primer año escolar en Viena no ha sido para nada malo y hemos conseguido afrontar bien las inclemencias asociadas a la pandemia. Llevamos un par de meses bastantes buenos, con la incidencia de casos bajando, las personas vacunadas subiendo, y con cada vez más libertades a la hora de disfrutar de la vida. Eso sí, no nos descuidemos y sigamos teniendo cuidado, aunque sin caer en la paranoia.
Os deseo a todo el mundo que ha estado ahí, leyendo, comentando y apoyando (y también a los que no) un feliz verano. Nosotros nos vamos a España después de dos añitos sin ver a mi familia. Qué ganas tengo ya.
¡Salud, alegría y nos vemos en agosto!