Finalmente, tras días de nubes, viento y alguna que otra llovizna, en nuestro último día de viaje salió el sol. Nuestra idea inicial era quedarnos en plan relajado en Dürnstein y luego ir en tren hasta Krems pero, visto que el tiempo al final nos acompañaba y tras la carrendilla que habíamos cogido, al final nos animamos a hacer los 12 kilómetros y medio que separan estas dos localidades caminando. Fue, quizás, la etapa más fácil y llevadera, pero no por ello menos entretenida.
Quitando la primera parte del camino, todavía con las vistas de la torre de la abadía de Dürnstein en nuestro campo visual, donde hay que atravesar una zona más accidentada, el resto de la travesía transcurre por una vía asfaltada y sin apenas pendiente hasta la entrada a Krems. Tras coronar Kuhberg (o “colina de la vaca”) se entra en la zona de Höhereck, área natural protegida por su biodiversidad. Es de las partes más bonitas que atravesamos, con unas vistas magnificas del Danubio y las colinas adyacentes, y las características terrazas de piedra de la zona. Entre viñedo y viñedo, hay dispersas una serie de esculturas de metal y otros materiales relacionadas con la naturaleza y el paisaje de la zona que convierten a este tramo en un particular museo de arte moderno al aire libre.
Poco después de dejar atrás el puente de Mauterner y la localidad de Mautern al otro lado del río, la ruta transcurre parcialmente por el distrito de Stein, muy cerca ya de Krems, nuestro destino final. Aquí se puede disfrutar de las vistas de la iglesia de Frauenberg (“colina de las mujeres”) desde una vieja puerta llamada Steiner Rebentor, un buen lugar para hacer un pequeño alto antes de retomar el camino. El itinerario se adentra a continuación en Krems, en la zona de la universidad, y vuelve a salir de esta localidad, siguiendo una empinada pendiente hasta alcanzar el mirador de Wachtberg. Desde aquí, no solo se puede disfrutar de unas magníficas vistas de Krems sino también de la abadía de Melk, cuya visión resulta si cabe más impresionante desde esta distancia.
Para rematar el día, antes de tomar el tren de vuelta a Viena, nos dimos una vuelta por el casco histórico de Krems, donde destaca la iglesia escolapia del siglo XI, la más antigua de la ciudad. Tanto aquí como en toda la zona del Wachau son famosos los productos hechos con albaricoques, como licor, caramelos, chocolates y otras delicias que podéis encontrar en algunas tiendas del centro.
Ya en el tren, hicimos balance de lo que habían sido estos cuatro días y de la gran suerte que teníamos de haber podido hacer este viaje justo antes de que llegara el inminente confinamiento, que ya esos días se empezaba a asomar a las conversaciones y en las noticias que daban los medios. Efectivamente, unos días después se anunció la primera fase, ya con toque de queda y cierre de negocios, y este martes entraremos en una etapa todavía más dura, en la que deberemos armarnos, una vez más, de paciencia y mantener la calma a pesar de todas las restricciones.
Espero que podamos volver a hacer este tipo de escapadas pronto. Muchos ánimos y fuerza a todo el mundo. De esta también saldremos.
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