domingo, 27 de febrero de 2022

Imagina

Imagina que de buenas a primeras te ves forzado/a a dejar la comodidad y el calor de tu hogar y tienes que irte a pasar la noche a un refugio antiaéreo. Temes por tu vida y las de tus familiares y amigos, que también se encuentran en la misma situación. No consigues conciliar el sueño en cinco horribles noches donde el ruido de los bombardeos y las ametralladoras han sustituido a lo que hace unos pocos días era una calma absoluta.



Imagina que no te queda otro remedio que desplazarte hacia otro país en busca de un lugar más seguro donde salvaguardar tu integridad física y emocional. Recorres cientos de kilómetros, gran parte de ellos a pie, descansando en improvisados refugios, sin calefacción ni agua potable, y dosificando los pocos alimentos que has conseguido llevarte para el camino. Una vez en la frontera, el mismo ejercito de tu nación te exige pagar un elevado soborno que apenas puedes costear. La miseria humana dentro de la miseria humana.




Imagina que un día la gente te empieza a mirar mal por ser ciudadano de un país cuyo mandatario ha metido a tu pueblo en un conflicto armado. Te deniegan el visado, no te quieren contratar, y a tus hijos/as los rechazan en el colegio. Y todo por una guerra de las que estás totalmente en contra. Pero no vale de nada, ya te han puesto la etiqueta de “malvado” simplemente por haber nacido en dicha nación.




Imagina que la plaza en la que solías reunirte con tus amigos es ahora un solar devastado por los bombardeos, donde solo se ven escombros en los alrededores. Tus vecinos y compañeros te hablan de familiares y amigos que lo están perdiendo todo tras años de duro trabajo. No es raro que cada cierto tiempo alguien te comunique también un fallecimiento. Tú mientras esperas entre la ansiedad y el embotamiento que esta agonía termine pronto.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es muy descorazonador que tras años continuados de conflictos en diferentes zonas del mundo, no hayamos aprendido absolutamente nada y sigamos teniendo dentro esa simiente de rencor y codicia que nos lleva a la progresiva autodestrucción. De nada sirve que sigamos consiguiendo avances en la tecnología, las comunicaciones, la salud, si seguimos confiando nuestros designios a mandatorios que en lo que menos piensan es en la gente.

A pesar de todo, confío en que todavía queden personas que con sus pequeñas acciones intentan arreglar estos despropósitos. Quizás todas estas tragedias puedan servir de chispa para un auténtico movimiento social donde prime la solidaridad y el apoyo mutuo entre pueblos. Tú también puedes contribuir con lo que dices y haces a diario. Si tienes hijos, edúcales en la resolución pacífica de conflictos, promueve valores basados en el respeto y la empatía, llama la atención sobre las injusticias, y movilízate si es necesario, uniendo tus fuerzas con otros colectivos que trabajen por la paz.



Por el fin de las guerras. Todo mi apoyo para los que cada día se esfuerzan por hacer de este mundo un lugar más habitable.





domingo, 20 de febrero de 2022

Un globo, dos globos, tres globos

Una de las aficiones que tenía cuando era niño era la de explorar mapas, ya fueran dentro de un atlas, un libro de geografía o en una bola del mundo. Me pasaba las horas trazando líneas invisibles con el dedo entre un continente y otro ante la mirada de extrañeza de los adultos, cuyas reacciones iban desde la curiosidad hasta la pena al ver a ese chiquillo raro del barrio que prefería la geografía, la historia y los comics a jugar al fútbol en la calle como los niños “normales”. Han pasado los años y sigo teniendo ese interés casi innato por la cartografía, por lo que disfruté de lo lindo hace unas semanas visitando el museo de los globos terráqueos de Viena (Globenmuseum), donde se expone la colección más grande del mundo de este tipo de objetos. Un sitio único al que dedico la entrada de hoy.





Inaugurado en 1956, la colección del Globemuseum ha estado siempre en permanente crecimiento. En estos momentos cuenta con más de 700 objetos relacionados con la geografía aunque solo se muestran al público unos 250. Además de esferas terrestres y celestiales de diferentes periodos históricos y materiales, se pueden apreciar también artefactos como los teluriones, que son representaciones de la tierra y sus movimientos alrededor de sus diferentes ejes, así como su distancia al sol, la luna y los planetas del Sistema Solar.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entre las piezas más valiosas de esta extensa muestra se encuentran dos globos del geógrafo flamenco del siglo XVI Gerard Mercator, y las enormes esferas de 110 centímetros de diámetro del veneciano Vincenzo Coronelli, fraile franciscano que regaló estos preciosos objetos al emperador Leopoldo I de Habsburgo. Hay otras dos esferas de este reputado cartógrafo en la Prunksaal de la Biblioteca Nacional de Austria.



Aparte de la importancia a nivel histórico y también artístico, el museo incluye paneles con información interesante sobre geografía, astronomía y medio ambiente. También hay que destacar la comparativa entre las representaciónes de nuestro planeta en el siglo XVI y las actuales, donde se aprecian importantes diferencias y errores de medición (California se representaba como una isla hasta el siglo XVIII, por ejemplo) que se han ido corrigiendo a través del tiempo conforme han ido evolucionando la calidad y la precisión de los instrumentos.





En sus inicios, el museo de los globos terráqueos se alojaba en una de las alas del Hofburg, el palacio imperial, pero en 2005 la exhibición se trasladó a su lugar actual, el Palails Mollard, un edificio barroco del siglo XVIII, en la calle Herrengasse. Aquí también se encuentra el museo del esperanto, al que también se puede acceder con la misma entrada del Globenmuseum, y al que dedicaré una entrada diferente en el futuro.

Podéis encontrar más información sobre los horarios, precios de las entradas y visitas guiadas en la página oficial del museo: https://www.onb.ac.at/museen/globenmuseum 
 
Espero que si visitáis Viena tengáis tiempo para incluirlo en vuestra lista de sitios para ver porque no tiene desperdicio.





domingo, 6 de febrero de 2022

Aroma a historia (y a caballo)

Uno de los principales atractivos de Viena recae en su poblada lista de rincones, avenidas, plazas y otras localizaciones exteriores que constituyen un museo en sí mismas. Es una ciudad en la que incluso durante un confinamiento, con todo cerrado como el que teníamos hace un año, se puede seguir disfrutando de espectáculos como el que nos ofrece la Michaelerplatz, uno de los enclaves más bellos de la zona centro que repasamos en la entrada de hoy.




La Michaelerplatz o Plaza de San Miguel tomó su nombre en honor a la iglesia románica (la Michaelerkirche) que aquí se encuentra, construida en el siglo XIII, y que es una de las más antiguas de Viena. Está flanqueada por dos edificios residenciales, la Grosses Michaelerhaus (Casa Grande de San Miguel), donde residió por un tiempo el compositor Joseph Haydn, y la Kleine Michaelerhaus (Casa Pequeña de San Miguel).




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justo enfrente de la iglesia se encuentra una de las entradas del Hofsburg, el palacio donde residían los emperadores austríacos de la dinastia de los Habsburgo. Esta es sin duda la parte más llamativa a nivel estético de la plaza. Son de destacar las majestuosas estatuas que hay en la fachada, y que representan algunos de los famosos trabajos de Hércules.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
En la plaza hay otros edificios remarcables como el Palais Herberstein, en su día propiedad de una familia de aristócratas y que actualmente es un bloque de apartamentos. Anteriormente, otro palacete, el Palais Dietrichstein, ocupaba este mismo lugar hasta su demolición. En sus bajos estaba el Café Griensteidl, donde se reunía la crème de la crème de la cultura vienesa del siglo XIX, entre ellos Felix Salten. Hoy día hay aquí un café con el mismo nombre pero sin ninguna conexión con el original.





Al lado del Palais Herberstein se encuentra la Looshaus, o Casa Loos, que era el apellido del arquitecto que la diseñó. Actualmente es la sede de un banco, pero en sus inicios este edificio albergó la sede comercial de la empresa Goldman & Salatsch, especializada en el diseño y confección de trajes. Cuando se inauguró, en 1912, su estilo arquitectónico modernista no convencía a los sectores más conservadores de la época, que también incluía al entonces emperador Franz Joseph. Una de sus quejas era la sobriedad de su fachada, con ventanas sin ningún tipo de decoración, lo que hizo que a esta edificación se le empezara a conocer como “la casa sin cejas”.




Por si no tuvieramos bastante con la historia contenida en los edificios que rodean la Michaelerplatz, en el centro se pueden encontrar algunos restos del antiguo asentamiento romano de Vindobona que, como en el caso de muchas ciudades fundadas por este legendario imperio, era un campamento militar que vigilaba las rutas comerciales que por aquí pasaban y que tenían al Danubio como su principal eje. Al parecer, los restos que se pueden ver en la plaza pertenecían a un antiguo burdel frecuentado por los soldados.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si tenéis la suerte de vivir en Viena o simplemente venís de visita, el paso por Michaelerplatz no os dejará indiferente. Da igual las veces que pasees por este lugar, que siempre encontrarás un detalle interesante en el que detenerte, o un ángulo diferente desde donde observar esta maravilla de rincón. Aprovechadlo y disfrutadlo lo que podáis.

Espero que paséis una feliz semana y que el progresivo aumento de las horas de día esté ya haciendo efecto en vuestros ánimos. El fin de semana que viene no habrá entrada porque me pillará viajando por República Checa, así que nos seguimos leyendo en dos semanitas.

¡Hasta la próxima!

Fuentes:

- Artículo en Visiting Vienna (en inglés)

- Artículo en Geschichtewiki (en alemán)

Artículo en la Wikipedia (en alemán)

Artículo sobre el Palais Herberstein en la web de Burgen-Austria (en alemán)

- Artículo en Visiting Vienna sobre la Looshaus (en inglés)