sábado, 17 de octubre de 2020

Bello de ver

 

Ahora que parece que ya ha llegado el fresquete otoñal y cada vez son menos los momentos de sol que favorecen las actividades al aire libre, va llegando el momento de buscar alternativas más conformes a la época en la que estamos. Una de las opciones más recomendables en Viena es refugiarse en algún museo y pasar horas viendo y analizando obras de arte, reliquias arqueológicas o lo que encarte. Hace un par de semanas visitamos el Belvedere, alojado en el palacio del mismo nombre. Uno de los lugares imprescindibles a la hora de disfrutar del legado artístico de este país.



Construido a principios del XVIII, este complejo palaciego era la antigua residencia del príncipe Eugenio de Saboya. El conjunto se compone de dos palacios, el llamado Belvedere inferior (actualmente cerrado por obras) y el Belvedere superior, que desde tiempos de María Teresa de Habsburgo empezó a usarse como galería artística, convirtiéndose en uno de los primeros museos públicos al alcance del pueblo llano. Los dos edificios están conectados por un hermoso jardín barroco que recuerda al de Versalles. Además, hay un jardín botánico anexo que merece mucho la pena visitar.



El museo Belvedere acoge obras pictóricas y esculturas de los principales artistas austriacos de diversos periodos, desde la Edad Media hasta el siglo XX. También es posible encontrar obras de pintores tan conocidos como Monet, Renoir o Van Gogh. Una de las sorpresas fue cuando me topé con el impresionante retrato de Napoleón a caballo, de Jacques-Louis David, que aparecía en la portada de un libro de Historia que leía y releía de niño y que tengo incrustado en el cerebro desde mi infancia.




Mención especial en el museo Belvedere merece la colección de Gustav Klimt, el pintor más conocido de Austria, y principal representante del grupo de arte vanguardista Wiener Sezession (La Secesión vienesa), a finales del siglo XIX. Sus provocadoras obras se pueden considerar parte de la corriente simbolista, y están inspiradas en motivos mitológicos y estilos dispares, entre ellos el arte bizantino y sus mosaicos. Su cuadro más famoso es, sin duda, el icónico “El beso”, considerado blasfemo en su época por las reminiscencias que tiene con elementos de obras religiosas (el uso de mantos o el pan de oro, por ejemplo). No se sabe con certeza, pero al parecer los personajes del cuadro podrían ser el mismo Klimt y alguna de sus relaciones.

Lo siento, no lo pudimos evitar
Lo siento, no lo pudimos evitar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En este momento, para visitar el museo hace falta reservar la hora con antelación a través de su página web, donde podéis encontrar más información al respecto. Una vez dentro no existe ningún límite de tiempo para visitar todas las salas. La visita completa puede superar las dos horas yendo con calma.

Aparte de un bonito sitio para pasear, los senderos de los jardines también son excelentes para pegarse unos trotes. El recorrido total está bastante bien, aunque ya hablaré en otra ocasión de lugares interesantes para correr en Viena.

¡Hasta la próxima!

 

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