Esta pasada semana comenzó en toda Austria la esperada a la par que incierta vuelta al colegio. Empieza un curso académico caracterizado por la puesta en marcha de una serie de dinámicas y rutinas completamente diferentes y a las que tendremos que acostumbrarnos para poder reducir el riesgo de contagio por COVID19. Todo un reto ante el que debemos mantenernos unidos, fuertes y pacientes porque la cosa pinta que irá para largo.
Las medidas del gobierno austriaco en relación a los centros educativos se están implementando en base a un sistema de clasificación basado en cuatro colores (verde, amarillo, naranja y rojo) en función de ciertos criterios, como la incidencia de casos, el número de hospitalizados o la tasa de contagio (R0), para una determinada zona del país. Aquí en Viena estamos, de momento, en un nivel amarillo, que indica un riesgo medio. Dicho color implica el uso de mascarillas en todo el edificio y dentro de las aulas siempre que no se garantice una distancia mínima de un metro entre personas, la práctica de actividades deportivas a poder ser al aire libre, y la limitación de personas visitantes ajenas al centro, siendo las reuniones con los padres a través de videoconferencia siempre que sea posible. En mi colegio también tenemos cuidado a la hora de asignar sitios, tanto en el aula como en el comedor, evitando que los alumnos se cambien de pupitre, para así facilitar el rastreo en el caso de posibles contagios. Los niños y niñas juegan en zonas separadas del recreo que ocupan siguiendo un sistema de rotación en función del curso al que pertenecen. Las reuniones del personal y de equipos las estamos haciendo también virtuales si el número de participantes es demasiado elevado para el espacio disponible, y las aulas se mantienen con las ventanas abiertas para que se ventilen bien.
En esta infografía, sacada de la web de Metropole, se puede ver un resumen del plan a partir del color de cada zona.
En los últimos días, los casos de COVID en Austria están subiendo, llegando a picos que no se veían desde marzo. La situación es especialmente preocupante en Viena, donde no se descarta que se pase a un nivel naranja en los próximos días. Esto supondría un incremento de las restricciones aunque, por el momento, seguiríamos con la enseñanza presencial, reservando las actividades online solo para aquellos grupos de alumnos que tuvieran que mantenerse en situación de cuarentena (esperemos que no) por unos días. La asignatura de Música sí que se vería afectada de verdad, sobre todo en las actividades que impliquen canto, que solo se podrían realizar al aire libre. Las excursiones del colegio se cancelarían, incluso las previstas dentro de Viena.
Fuente del mapa: https://corona-ampel.gv.at/
Protocolos y medidas aparte, las primeras impresiones en mi nuevo lugar de trabajo están siendo positivas en general, aunque todavía estoy en pleno proceso de adaptación, lo que se suma al estrés propio de la situación de pandemia. Me parece una escuela con un buen ambiente profesional y donde, de momento, percibo un clima escolar caracterizado por el respeto y las ganas de aprender de los estudiantes, a los que estos días estoy empezando a conocer. He empezado, junto con la otra orientadora, a hacer sesiones de presentación con cada clase para explicarle quiénes somos y en qué consiste nuestro trabajo aquí. Todavía es temprano para tener una opinión completamente formada, pero me da la sensación de que es el lugar ideal para seguir creciendo profesionalmente y que el cambio va a merecer la pena.
Mi flamante tablón de anuncios, buzón incluido
Por supuesto que este curso escolar va a ser duro y estresante para mucha gente y no podemos negar que todo este despliegue de medidas va a afectar al rendimiento del alumnado. Pero, si todo este esfuerzo se traduce en más garantías de salud y seguridad para toda la comunidad educativa, incluyendo al profesorado y a las familias, bienvenidas sean esas mascarillas, esos botes de gel y esos metros de seguridad. Que sí, que es un incordio dar una clase con media cara cubierta y sin poder ver completamente las expresiones de los estudiantes, pero así son las circunstancias y no nos queda otra que adaptarnos. Es momento de centrarse en lo bueno, en que por lo menos todavía podemos tener clases presenciales (en algunos países, como en Kuwait, no volverán a abrir por completo en un buen tiempo) y disponemos de los medios y recursos necesarios para continuar con una educación a distancia si así hiciera falta. Además, contamos con un equipo dispuesto a dar lo mejor que pueda por el bien de los alumnos y confío en que superaremos los obstáculos que vayan apareciendo.
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