lunes, 11 de abril de 2022

A todas las víctimas

De todas las nefastas consecuencias que se desprenden de un conflicto bélico, sin duda la peor es la matanza indiscriminada de personas inocentes, en ocasiones, como hemos podido ver en estos últimos días en Ucrania, con ensañamiento. Los bombardeos a la población civil como parte de la guerra fue algo que ya se experimentó durante la Guerra Civil española, como en el asesinato de Guernica, y se utilizó masivamente en la Segunda Guerra Mundial. Los ciudadanos de Viena tampoco escaparon de las bombas en esa contienda y muchos fueron alcanzados mientras intentaban buscar refugio. En la capital austríaca hay algunas referencias a la crueldad y sinrazón de aquella masacre que tantas vidas se llevó por delante. Una de ellas es el Monumento contra la Guerra y el Fascismo (Mahnmal gegen Krieg und Faschismus), al que hoy dedico la entrada.




En 1988 habían pasado 50 años desde que tuvo lugar el Anschluss, la anexión del territorio austríaco por parte del regimen nazi de Hitler. Para conmemorar tan infame acontecimiento, se dedicó ese año a la reflexión sobre el controvertido papel que Austria y su población había tenido en el mismo. Entre los actos que se organizaron relacionados con dicha reflexión estuvo la inauguración del Monumento contra la Guerra y el Fascismo, obra del escultor local Alfred Hrdlicka, en la plaza de Helmut Zilk, al lado del museo Albertina.


El lugar escogido para levantar este monumento no fue para nada casual. Era aquí donde se encontraba el Phillipphof, un edificio residencial destruido en marzo de 1945 por los bombardeos de las tropas aliadas. Se estima que en ese momento más de 300 civiles intentaban buscar cobijo en el refugio antiaéreo del edificio. Solo se consiguieron recuperar 180 cadáveres. La cifra oficial de muertos nunca se pudo confirmar.

Vista del Philipphof en 1913 (Fuente: Cronobook.com)




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Monumento contra la Guerra y el Fascismo se compone de cuatro esculturas. En primer lugar encontramos las Puertas de la Violencia (Tor der Gewalt), formadas por dos piedras de granito en la que podemos ver algunos relieves que representan, en una de ellas a todas las personas perseguidas y ejecutadas por los nazis, y en la otra a todas las víctimas de las guerras. También se puede ver a una mujer sin cara dando a luz, lo que simboliza el renacimiento de Austria tras la tragedia.




Justo al otro lado de las Puertas de la Violencia hay una estatua en bronce de un hombre con barba que se arrastra por el suelo. Esta figura representa las humillaciones y torturas que sufrieron los judios durante el periodo fascista. Una vez los nazis se anexionaron Austria, los judios fueron obligados a limpiar las calles de Viena de esloganes en contra de Hitler y los suyos. Esta estatua generó controversia en parte de la comunidad judia de la ciudad que la interpretó como una manera de perpetuar esa humillación y abogó por un memorial separado que acabó erigiéndose en Judenplatz en el año 2000.



Finalmente, al fondo aparece la escultura de “Orfeo entrando en el Hades”, la cual es un homenaje a las víctimas civiles del mencionado bombardeo de Philipphof y a aquellas personas que se opusieron a los nazis en Austria. El conjunto se completa con la Piedra de la República, un monolito en el que aparece inscrita la declaración de la independencia de la República de Austria en abril de 1945 que finalizaba su anexión con el Tercer Reich.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como muchos de los memoriales que recuerdan a víctimas de conflictos en todo el mundo, la obra de Alfred Hrdlicka no ha estado exenta de polémica por diversos motivos. Por un lado, están las protestas de aquellos que quieren evitar el debate sobre la participación y el apoyo de ciertos sectores sociales y políticos austríacos al nazismo en aquellos años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, que a día de hoy sigue siendo un tema peliagudo del que discutir. Por otra parte, el hecho de buscar igualar a todas las víctimas es algo que se tacha de equidistancia y que se percibe como una ausencia de condena de las atrocidades del fascismo.

Sea como sea, creo que viene bien recordar que en las guerras al final casi todos salen perdiendo, especialmente la gente de a pie que lo único que quiere es tener una vida tranquila y que, en muchas ocasiones, se opone al belicismo de sus gobiernos. Los únicos vencedores son aquellos que entienden la guerra como un negocio y que les conviene que siga habiendo confictos. A esas personas sí que le vendría bien una profunda reflexión.

Mucha paz a todo el mundo y, en el caso de que las pilléis, que tengáis unas felices vacaciones.

Fuentes:



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